La fe: don y responsabilidad

Diálogo con Mons. Tito Solari, Arzobispo de Cochabamba.
Por. José H. Rivera, periodista de la CEB

Encontramos a Mons. Tito de paso por La Paz, el pasado 3 de marzo, retornando de Lima de un encuentro de profesionales en la Fundación Konrad Adenauer. Primero asistí a una misa que él presidía a las 8:00 am en la Basílica Menor de María Auxiliadora en el prado paceño, luego él mismo me encaminó a la residencia de los padres salesianos en el colegio Don Bosco y allá, gracias a la amable acogida de los hermanos, pudimos sentarnos tranquilamente en una salita para dialogar acerca de la convocatoria del Papa Benedicto XVI a celebrar un año dedicado a la fe.


Revista Bolivia Misionera (RBM): ¿Qué es la fe?
Mons. Tito Solari (MTS): La fe es un don que nos da el Señor desde el bautismo. Este don contiene el vínculo que une al ser humano con Dios y que hace que el ser humano tenga como meta de su vida la santidad.
Les propongo una imagen para entender un poco este don de la fe, es la de un niño pequeño que necesita estar en contacto con su madre y vive de ella. Cuando no ve a su madre se siente desesperado y cuando la encuentra se pone a llorar de alegría. Esto es la fe, es como el cordón umbilical entre el ser humano y Dios. Este vínculo se hace perfecto en el momento de la comunión, con el sacramento de la Eucaristía.
Podemos definir la fe como ese vínculo vital que cambia la vida de una persona y le hace vivir del Otro. Al mismo tiempo, la fe no es sólo una experiencia individual. La fe tiene que hacerse operativa a través de las obras. No podemos pensar en una relación personal con Dios si nuestra relación no se extiende también a los demás. Es la dimensión de la Iglesia. Cuando amo a mis hermanos sin distinciones me hago parte del proyecto de Dios.

¿Cómo les explicamos la fe a los jóvenes? La fe, queridos jóvenes, es esta relación que descubrimos y tenemos que madurar para el camino de nuestra salvación. Es un don que recibimos en el bautismo, pero es un don que tenemos que cultivar cada día, con la oración, con la Palabra de Dios, viviéndola en los sacramentos.
Yo he vivido al lado de una persona que no tenía la fe, una persona que la buscó toda su vida y no la tenía. Esa experiencia me ha impactado mucho. Recuerdo que un día  me dijo, “Tito, yo te envidio porque tienes fe”.
Hace unos años en Cochabamba me encontré con una señorita, quizá de unos 30 años. Me dijo: “Monseñor hace tiempo que lo busco, porque quiero bautizarme”. “Por qué?, le dije. “Porque yo necesito salvarme, porque siento que mi vida sin el bautismo no tiene un horizonte”.
Joven, busca la fe, cultiva este don y haz que tu vida sea luminosa.

RBM: ¿Con qué palabras le podemos presentar a la Iglesia en Bolivia la convocatoria del Santo Padre Benedicto XVI a celebrar el “año de la fe”?
MTS: Tengo una hipótesis, el Papa Benedicto XVI está quizá pensando en regalarnos una carta sobre la fe. Creo que con su convocatoria él quiere que el mundo tenga luz. La fe puede hacer que la Iglesia sea luz para el mundo. Hoy la Iglesia vive una crisis grande de fe, de valores éticos. El año de la fe será un año en el que la Iglesia pueda resplandecer ante el mundo.

RBM: ¿Cómo evidenciamos la crisis de fe que denuncia el Santo Padre en nuestro país?
MTS: Cuando hablamos de crisis de fe en América Latina o en Bolivia tenemos que hacerlo con cuidado. Estamos sumergidos en un ambiente religioso. La gente manifiesta su fe de diferentes maneras, en las fiestas religiosas, en sus expresiones cotidianas, hasta en la challa si se vive cristianamente.
Si miramos, en cambio, el mundo europeo, vemos un vacío grande. La gente ha quitado hasta las imágenes. La sociedad se ha sumergido en la oscuridad, hay una experiencia tremenda de pérdida de la fe.
Volviendo a nuestro contexto estamos frente a desafíos grandes de la fe. Recuerdo lo que el Papa Juan Pablo II denunció en Santo Domingo, el divorcio entre fe y vida. La fe auténtica es la que se traduce en testimonio y en obras. Nosotros vemos que aunque estamos sumergidos en realidades religiosas, sin embargo vivimos la corrupción. Ahí tenemos una gran deuda de la fe. Otra gran deuda de fe es la violencia que se traduce hoy en tantas expresiones de protesta, palabras ofensivas, falta de respeto, amenazas. Entonces no tenemos una fe auténtica. Es una experiencia religiosa, pero no responde al contenido del Evangelio. El Señor no ha usado la mentira, la violencia o el chantaje. Tenemos otro motivo de cuestionamiento en el alcoholismo, porque la borrachera es una falta total de respeto a uno mismo y al prójimo. Nuestra religiosidad tiene que ir purificándose y tiene que ir expresándose en términos auténticos de caridad al prójimo, de esperanza y testimonio de vida cristiana.

RBM: ¿Qué aporta la religiosidad popular a la convocatoria del año de la fe?
MTS: Si nosotros no tuviéramos eso estaríamos perdidos. La riqueza más grande que tiene nuestra Iglesia es esta devoción, la gente vive en un contexto religioso. La persona es religiosa cuando descubre que vive de Dios. La religiosidad es un tesoro inagotable y preciosísimo, pero no basta. Tenemos que ver lo que Dios quiere de nosotros.

El Evangelio dice: “Si tú me amas guardas mis mandatos y vendremos a habitar en ti, el Padre y yo.  Ahí vemos, por ejemplo, que faltamos a misa. Tenemos muchas expresiones religiosas como las misas de difuntos, pero la expresión religiosa fundamental es la misa del domingo, como el Día del Señor. Hay otros mandatos del Señor como “respeta a tu padre y a tu madre” y ahí descubrimos algo que no va, porque vemos cómo las familias se deshacen. La pornografía, por ejemplo, cómo es fácil ver en ambientes públicos la imagen del Sagrado Corazón e imágenes pornográficas. Se mezcla fácilmente el agua bendita con el diablo. Un cristiano tiene que purificar su religiosidad, de manera que su fe sea realmente luminosa. Podemos hablar también de la justicia en la familia y en la sociedad. La fe tiene que entrar en todos los aspectos de la vida y uno de esos ambientes fundamentales es la familia.

RBM: El Papa nos invita a tomar en cuenta de manera especial en este año de la fe el credo y el catecismo de la Iglesia católica, ¿cómo podemos llevar a la práctica este llamado?
MTS: Los primeros cristianos hacían un camino para poder recibir el bautismo, la fe. Se trataba de conocer el credo y el Padre Nuestro. No basta que tengamos un vínculo espontáneo con Dios, tenemos que hacer que este vínculo se vaya  fortificando y eso se hace consolidando el contenido de la fe. Y el credo es la constitución fundamental del cristiano. ¿En qué cree el cristiano?, son pocas cosas, pero fundamentales: en el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y en la Iglesia y sus obligaciones cristianas. Es la pista fundamental.
Cada Iglesia primitiva tenía su credo. Yo vengo de una Iglesia fundada por Lucas. El credo de mi Iglesia es corto y sumamente impactante. Termina así, “Esta es la fe que profesamos en Aquileia, en Jerusalén, en Antioquia, en Constantinopla y en Roma”. La fe no nos une solamente a Dios, nos une a nuestros hermanos y nos hace comunión.

Creo que todos podemos rezar el credo y reflexionar sobre los contenidos esenciales de nuestra fe. La Iglesia no se ha limitado a formular el credo, se preocupa de encarnarlo. Hace trece años le he propuesto a la comisión de catequesis que formule el credo de Cochabamba. ¿No tendríamos que decir en Cochabamba: Yo creo en la concordia y en la reconciliación?. ¿No sería importante que toda Iglesia local haga su credo?

Este es un año en que debemos ir meditando, profundizando sobre la fe. Además este año celebramos los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Ese acontecimiento del Espíritu no ha dejado un tesoro en sus Documentos. El documento final que resume todos los documentos del Concilio es el Catecismo, me gusta definirlo así. Porque el Papa ha consultado a todos los Obispos antes de aprobarlo y difundirlo.

El catecismo de la Iglesia es la fe de la Iglesia en esta época. Yo digo a los seminaristas que deben estudiar dos documentos: la Biblia y el Catecismo. Aquí viene una exigencia fundamental. Nuestra fe tiene que traducirse en una conducta moral, en obras. Y el catecismo es el que mejor interpreta las obras. Y hay otros temas vitales hoy como el tema del aborto, la eutanasia, la pena de muerte y otros que están contenidos en este documento de la Iglesia. Es fundamental que todos, Obispos, sacerdotes, religiosos, fieles, vayamos profundizando este documento.

RBM: La Comisión para la Doctrina de la Fe insiste en la importancia del testimonio de fe, ¿cómo superamos la timidez, la inseguridad o el temor a expresar nuestra fe?
MTS: La respuesta depende mucho de las personas. El pecado grande de la cultura moderna es el divorcio entre fe y vida, entre fe y moral. El Señor dice “si ustedes tienen miedo y no dan testimonio de mí ante los demás, tampoco yo les reconoceré delante de mi Padre”.
No es un punto insignificante. Jesús mismo nos avisa que hay que ser coherentes. El Papa espera del cristiano su testimonio. Esto tiene que manifestarse en todos los ámbitos. Es importante vivir conscientemente nuestras expresiones de fe. Desde tener un altarcito en la casa, la oración antes de las comidas, la señal de la cruz al salir a la calle, pero también en la misma calle viviendo coherentemente, saludando, escuchando a los demás, siendo testigos. Y los testimonios deben multiplicarse también en los ámbitos públicos. Si somos cristianos por qué no comenzar nuestra actividad también con la señal de la cruz. Si en un diálogo entre amigos se habla del aborto se trata de dar testimonio de lo que yo creo como cristiano. Manifiesto mi fe en la conducta moral, lo manifiesto en mis expresiones sociales y políticas que deben ser iluminadas por mi credo y mi fe. Y debo ser capaz también, de invitar a la gente a creer.

Hay un ámbito particular, el ámbito de relación con hermanos que pertenecen a otras Iglesias. Allá es importante entrar en diálogo partiendo de nuestra identidad. No la puedo perder ni disminuir. Se trata de respetar al mismo tiempo la identidad del otro. Se trata de compartir la fe de manera fraterna y respetuosa. No se trata de ir a la conquista de nadie, se va a compartir.

La fe no es algo que se vive en las sacristías. La fe enriquece mi vida de la dimensión divina. La fe es mi vida y por eso tengo que iluminar mi vida con la fe. Y si mi conducta es luminosa entonces mi fe llegará también a los demás.

Al terminar, agradecí a Mons. Tito por su acogida y este diálogo abierto, espontáneo y profundo. Gracias por entregarnos tanto, le dije.

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