“Sí, pero no…”

Lo que ocurrió en Achacachi

Este lunes 17 de noviembre fue un día trágico en Bolivia. Tal como lo reportaron, prácticamente en directo, las radios ERBOL y FIDES y posteriormente muchos otros medios de comunicación, comunarios enardecidos de la localidad de Achacachi aprendieron, quemaron, torturaron e iban a linchar a 11 presuntos delincuentes. Dos resultaron muertos y 9 se recuperan de graves heridas, bajo vigilancia. Doce horas duró ese trágico episodio, se habla de casi 5000 lugareños que quisieron ajusticiar a estas personas y, ahora, se comienzan a conocer detalles y situaciones realmente escalofriantes.

Hay abundantes indicios de la actuación de una banda de atracadores que al parecer perpetraron varios crímenes durante el fin de semana en esa localidad, aprovechando la fiesta de San Cristóbal, Patrono de los Choferes. Hay muchos detalles más que están llenando las ediciones de los periódicos de estos días y la programación de canales de TV y radios. Sin embargo las preguntas de fondo son las mismas. ¿Qué está sucediendo en Bolivia?, ¿por qué se ha relativizado el valor de la vida y la dignidad humana?, ¿acaso se puede justificar torturar y quitar la vida a una persona cualquiera sea su situación y condición?, ¿la psicología de masas o el comportamiento irracional colectivo nos libera de culpa?

Varias personas, autoridades del lugar y de las fuerzas del orden intentaron persuadir a la muchedumbre. Varios periodistas y medios de comunicación se trasladaron al lugar para dar cuenta de los hechos y muchos otros seguimos impotentes el curso de los acontecimientos. Ninguno pudo ser inmune a la profundidad de los interrogantes y dilemas. La constatación es atroz: cómo podemos permitirnos a nosotros mismos que estos hechos sigan ocurriendo y que, como si eso fuera poco, aún pretendamos legitimar semejantes hechos esgrimiendo como argumentos la inseguridad ciudadana, las grandes fallas de la justicia ordinaria y los graves y peligrosos malentendidos de la llamada “justicia comunitaria”.

Debe llamarnos poderosamente la atención el “sí, pero no...” de muchas personas que creen que esos “desgraciados se lo merecían”, pretendiendo así justificar lo injustificable.

Estas jornadas que no deben pasar indiferentes ante ninguna persona, nos duelen con especial elocuencia a los hombres y mujeres de fe, creyentes en Dios, Señor de la Vida y de la Historia. La vida es sagrada e innegociable porque no nos pertenece.

Precisamente es la Doctrina Social de la Iglesia la que pone el dedo en la llaga para señalar nuestro error y devolvernos la conciencia de nuestros actos. El quinto mandamiento “No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17) tiene valor porque sólo Dios es Señor de la vida y de la muerte. El respeto debido a la inviolabilidad y a la integridad de la vida física tiene su culmen en el mandamiento positivo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18), con el cual Jesucristo obliga a hacerse cargo del prójimo (cf. Mt 22,37-40; Mc 12, 29-31; Lc 10, 27-28). (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Nº 112)

La violencia no constituye jamás una respuesta justa. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y con la conciencia de su misión, que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano. (CDSI Nº 496)

Una forma de lograr la objetividad y serenidad necesarias es aprender a separar los problemas y situaciones con sus propias causas, consecuencias y posibles soluciones. No cerramos los ojos a los graves problemas de la administración de justicia y a la inseguridad creciente en nuestras poblaciones. Pero cada caso merece su propio examen y respuesta.

La vida es sagrada y el respeto del derecho a la vida es signo del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema o ambiente. (cf. CDSI Nº 155) Confrontemos nuestros actos, actitudes y pensamientos de estos días con la voluntad sagrada del dueño y Señor de la vida.

¿Qué va a ser de nosotros, Pueblo sin Dios? Pues sólo la ruptura con Dios rompe al mismo tiempo el hilo de amistad que une a la familia humana, haciendo que el hermano hostil arrebate la vida a su propio hermano. (cf. CDSI Nº 116) Lo que ha sucedido en Achacachi es grave y todos detentamos algún grado de responsabilidad por indiferencia, complicidad, omisión o cobardía.

Comentarios

Luis Eduardo Siles ha dicho que…
Casos como este, de un salvajismo demencial e inaudito han venido ocurriendo constantemente desde que Evo Morales llegó al gobierno. Lo peor es que el y su gente tienen el cinismo de justificar esta barbarie, solo por el hecho de que son sus partidarios y los miembros del grupo para militar ponchos rojos que el vice presidente Linera utiliza abiertamente para asesinar, cercar, y amedrentar a los opositores y entre los cuales dijo públicamente que aprendió a matar. En este último caso estos desquiciados torturaron a 11 personas incluyendo a cuatro mujeres una de ellas embarazada, les prendieron fuego y apalearon durante 14 horas seguidas. Dos murieron y el resto fue rescatado por la policía solo para ser arrestados por “ladrones”. Después siguió la fiesta. Una relación completa de otros casos con referencias, se encuentra en http://nuestroperronegro.blogspot.com/2008/10/bolivia-justicia-comunitaria-la.html

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